El refugiado no elige. El refugiado huye. Huye de un conflicto del que quiere salir con vida. La guerra civil que asola Siria desde 2011 ha matado a más de 220.000 personas. Se estima que sobre 9 millones de sirios han sido desplazados de su hogar por este conflicto bélico. La cifra de desplazados mundial asciende a más de 60 millones. Ahora que el volumen de éstos que intentan alcanzar Europa crece, el foco mediático aumenta y llega a nuestros hogares el eco del terror en forma de fotografías y videos de lo desesperado de la huida y de la sombra de muerte que la acompaña. Aparecen términos como “crisis humanitaria” y políticos que dicen representarte explican que su país no puede hacer frente al asilo de 6.000 refugiados que solicita Bruselas por la presión migratoria a la que, al parecer, ya hacemos frente. Deberían recordar que en mayo de 2013 se acordó con el ex-presidente de la coalición opositora siria facilitar a los rebeldes sirios “material de defensa para la protección de la población”, eufemismo obsceno de armamento manchado de sangre siria made in Spain.

Ahora que la realidad golpea a la opinión pública europea estos países deben cambiar el paso y aceptan repartir la carga de manera solidaria. Donde antes no se podía hacer frente a 6.000 refugiados, ahora se puede dar asilo a 14.931. El milagro de los panes y los peces multiplicadores llega a la suerte de política de la estética (peor aun. De la cosmética) que practican la inmensa mayoría de nuestros dirigentes.
En medio de este escenario, se pueden destacar algunas obras y artistas que tienen como motor para su trabajo la migración, y más concretamente, la forzosa.
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